martes, 27 de enero de 2009

¿En qué país vivimos?

No suelo escribir en mi blog este tipo de artículos de opinión, pero hoy me voy obligada a escribir una denuncia; estoy más que segura que probablemente no pasará de aquí, que en caso de denunciarlo habrá impunidad, y que este enfermo seguirá suelto por las calles.

Trabajo en Los Teques, como todos los días me vine en metro desde la estación Las Adjuntas hasta la estación del Tambor, en los Teques. Me senté, como de costumbre, con mi libro y mi ipod; en el asiento de enfrete se sentó un señor, funcionario público que comenazó a observarme. Al principio no le presté mucha atención; pero después de un rato comencé a preocuparme, ya me estaba intimidando y ni siquiera era capaz de concentrarme en mi lectura.

Al llegar a la estación agarré mi bolso, mi cartera y caminé hacia las escaleras mecánicas, esperando que el señor se fuera por las otras escaleras y me dejara tranquila. Eso no ocurrió, el señor siguió caminando hasta las escaleras por las que yo subí y me tropezó. En ese momento comencé a pensar que algo no estaba bien, traté de buscar ayuda con los funcionarios del metro, pero la respuesta que tuve fue un volante de la campaña electoral, increible ¿no?.

Después de eso caminé como de costumbre por el mismo lugar, por el que camino todos los días desde que trabajo aquí. Pensé que este señor ya no me seguía, que ya podía sentirme un poco más segura. No obstante, el señor me volvió a tropezar, yo no me había percatado que sería él nuevamente, cuando lo hice me asusté, me quité mis audífonos, acto seguido caminé más rápido.

Por un momento pensé entrar a algún negocio, llamar a la oficina para que alguno de los muchachos bajara a buscarme, pues me daba miedo la cara del señor. Sin embargo, como no lo vi nuevamente decidí caminar hasta la oficina, pues pensé que ya no había peligro.

El edificio en el que trabajo tiene tan solo dos pisos, yo trabajo en el segundo. Entré, pero a puerta siempre se queda abierta. Después de llegar al primer piso, escuché unos pasos de alguien corriendo, cuando miré hacia atrás noté que era el mismo señor que me venía siguiendo, corriendo como loco detrás de mi intentando agarrarme. Yo corrí más rápido y apenas llegué toqué la reja; pero no llegué a tiempo, yo tenía un vestido puesto y al señor le dio tiempo de meterme la mano dentro del vestido y agarrar mis nalgas.

Automáticamente le grite: ¿Qué te pasa? salieron todos los hombre de la oficina corriendo, preguntándome qué me pasaba, qué había ocurrido, etc., ellos bajaron corriendo las escaleras, unos muchachos que estaban abajo les dijeron hacia donde había corrido el señor, pero no lo vieron más.

Triste, peligroso, el señor era un funcionario público, integrante del CNE, lo sé por su identifiación, chaqueta y gorra, realmente no sé dónde trabaja, cerca de mi oficina están las oficinas regionales del CNE, además ellos están en el metro. No obstante, lo peligroso acá no es que el señor sea o no del CNE, sea o no un funcionario. Lo peligroso acá es que siento que ya no se puede caminar, que hasta la ropa la tienes que condicionar por medidas de seguridad; esto no es una calidad de vida deseable, realmente no es un lugar en el que yo que vivir; donde se pasa el año completo en campaña y cuando la gente quiero gobernar y no hace campaña es criticada.

Pienso informar esto a todo el mundo, no tengo miedo, para nada, pues quiero vivir en un mejor país y siento que la peor manera es callando las cosas. Es necesario que comencemos a darnos cuenta que todo, en realidad todo lo que ocurre en un país es responsabilidad tanto de los ciudadanos como de los gobernantes.

Ciertamente, todo esto deriva de una serie de características psicológicas en las que estamos inmersos los venezolanos hoy en día, el vocabulario de violencia de ambos lados, la falta de conexión con los problemas de la gente de ambos lados. Es un momento de reflexionar ¿en qué país vivimos?

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