Muchos podrían afirmar, que Venezuela es sinónimo bizarro, gracias aque las cosas que pasan aquí generalmente no pasan en el mundo, de hecho me atrevería a decir que en Venezuela se fabrican los momentos más bizarros al mejor estilo de Quentin Tarantino.
En un día cualquiera de protestas, a una semana de las elecciones del Referendo Constitucional del 2 de diciembre de 2007, los estudiantes de la Universidad Católica Andrés Bello, nos encontrábamos protestando de manera bastante pacífica a las afueras de la universidad, en la autopista. Ahí, se encontraba también un grupo de simpatizantes del gobierno, pero estos estaban del otro lado del río Guaire. De nuestro lado de la autopista se encontraba la Policía Metropolitana, quienes después se irían a la entrada del metro de la Universidad para tratar de controlar a los manifestantes oficialistas. También contábamos con la presencia de un convoy de la Guardia Nacional.
Cuando bajamos por primera vez a la autopista, estos (los GN) estaban apostados en el medio de la autopista de manera de bloquearnos el paso para no cerrar ningún canal; debo advertir que cerrar los canales nunca fue nuestra intensión. Nosotros fuimos recibidos por ellos con no muy buenas caras, nosotros en cambio, hablábamos con ellos y hasta un Toronto se comió el Teniente que se encontraba ese día con nosotros.
El Teniente, estaba ya un poco molesto de que todos se creyeran “negociadores expertos” y fueran a hablar con ellos para que no nos sacaran de la autopista. En uno de esos momentos le comentó a Tomás Hernández y a Rafael Bellos, dos estudiantes de la UCAB, que teníamos 30 minutos más para estar ahí, que después de eso nos sacarían. A los 30 minutos encendieron la ballena, se pusieron en filas para dispararnos perdigones, pero hubo muchas sorpresas.
Para sorpresa de ellos, por primera vez nosotros, los niñitos de la UCAB no habíamos corrido por el simple hecho de que la ballena se encendiera y se moviera un poco más cerca de nosotros. Para sorpresa de nosotros, ellos nunca nos atacaron. Hubo muchísimos momentos de tensión, pero no pasaron de ser más que eso, momentos de tensión.
Después de un tiempo, descubrimos que los oficialistas habían caminado hasta una de las entradas de la universidad, que tiene acceso a uno de los estacionamientos y comenzaron a lanzar panfletos, piedras y botellas. Reventaron algunos vidrios de algunos carros. Muchos estudiantes escucharon el rumor y entraron, cuales superhéroes, para tratar de hacer algo. Eso fue aproximadamente a las 4.50 p.m. Desde ese momento Manuel Hernández y yo, Laura Solórzano, sabíamos que tendríamos un día de muchísimas más tensiones y que hasta tendríamos que defender nuestra universidad.
Cuando daban las 6:00 p.m. la Guardia Nacional decidió que lo mejor era retirarse, ya la tensión entre los estudiantes y los oficialistas, que gráficamente mostraban la división del país, pues solo los separaba la autopista. Estos oficialistas comenzaron a lanzar piedras, los estudiantes les respondieron de la misma manera. Después de unos minutos, aquellos (los oficialistas), intentaban forzar la entrada de la pasarela de la universidad. Ya había PM de ese lado, pero no podían controlarlos.
A medida que la tensión crecía, ya teníamos un estudiante herido; nosotros los encargados de la logística y seguridad, comenzamos a subir a la gente a la universidad. Yo me encontraba con el estudiante que había sido herido. Tomás, Carlos Delgado, Rafael y yo, nos sentamos en la feria a comer algo y a buscar la solución y la mejor vía para desalojar a la autopista y evitar algún desastre en la universidad.
Por una media hora, nosotros cuatro estuvimos alienados en la feria de la universidad comiendo algo para aguantar lo que nos venía encima, no habíamos comido en 14 horas. En esa media hora que estuvimos sentados ahí, hablando de qué podríamos hacer, mientras ellos hablaban y observaba lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor. Muchas personas se veían alteradas porque algo más estaba ocurriendo fuera de la universidad, algunos se nos acercaron a decirnos que los oficialistas estaban buscando la manera de entrar a la universidad. En ese momento, Rafael, Tomás y Carlos se pararon de la mesa y me dijeron que me quedara ahí.
Me pareció excelente quedarme ahí sentada porque pude observar algo muy curioso. En la feria de la universidad, en el cafetín, incluso en la peluquería de la universidad, todo transcurría como si nada pasara. A los diez minutos recibí una llamada de Rafael que me decía tienes que buscar la manera de que no se cree un caos en la universidad; yo le contesté: “tranquilo”.
Me levanté de la mesa y comencé a caminar por la universidad y veía como algunos corrían con caras tapadas para defender a la universidad; otros sencillamente se sentaban en las mesas y seguían comiendo y hablando sobre banalidades; otro pequeño grupo en el cafetín entró corriendo y gritando que ya los oficialistas habían entrado a la universidad que debían correr todos hasta piso tres de los módulos para poder resguardarnos. En ese preciso momento salí de mi papel de estudiante de filosofía y entré nuevamente en mi rol de encargada de la logística y seguridad interna de la UCAB. Corrí hasta piso tres y comencé a clamar y a organizar a la gente.
Volví a bajar, me encontré a alguien que me comentaba que le parecía insólito que mientras nosotros defendíamos la universidad porque los oficialistas nos lanzaban piedras, nos lanzaban cohetones, había todo un salón de Administración presentando un examen parcial que tenía en 40% del peso de la nota final del semestre. Al mismo tiempo me encontraba con alguien que me comentaba que quería irse de la universidad porque tenía que ir al cine y no llegaría: “¡Qué fastidio estos estudiantes que se creen superhéroes!”. Esto fue lo que me dijo, mi reacción fue decirle: “sabes, algo está pasando en el país, piensa en eso”.
Estaba sorprendida de lo que ocurría, la vicerrectora de la universidad corría por el campus, de repente se detuvo y me dijo: “Laura, necesito que me ayudes a sacar a los estudiantes del piso tres, que se vayan ya.” Cuando volví a subir al piso tres, ya la decana de la Facultad de Humanidades y Educación estaba diciendo que era seguro salir, que aprovecháramos el momento para irnos. En ese momento, me fui.
Recuerdo haber llamado a Rafael y decirle que me iba, que escucharía las radios comunitarias para saber qué se decía por ahí, ese en realidad es mi trabajo como Sala Situacional. Estuve pensando muchísimo lo que había visto ahí, lo que estaba ocurriendo y como en ese momento la UCAB se convirtió en un reflejo de las injusticias, polarizaciones y demás que ocurren a diario en Venezuela. Era todo demasiado bizarro, pero lo más bizarro es que eso nos parezca normal.
En un día cualquiera de protestas, a una semana de las elecciones del Referendo Constitucional del 2 de diciembre de 2007, los estudiantes de la Universidad Católica Andrés Bello, nos encontrábamos protestando de manera bastante pacífica a las afueras de la universidad, en la autopista. Ahí, se encontraba también un grupo de simpatizantes del gobierno, pero estos estaban del otro lado del río Guaire. De nuestro lado de la autopista se encontraba la Policía Metropolitana, quienes después se irían a la entrada del metro de la Universidad para tratar de controlar a los manifestantes oficialistas. También contábamos con la presencia de un convoy de la Guardia Nacional.
Cuando bajamos por primera vez a la autopista, estos (los GN) estaban apostados en el medio de la autopista de manera de bloquearnos el paso para no cerrar ningún canal; debo advertir que cerrar los canales nunca fue nuestra intensión. Nosotros fuimos recibidos por ellos con no muy buenas caras, nosotros en cambio, hablábamos con ellos y hasta un Toronto se comió el Teniente que se encontraba ese día con nosotros.
El Teniente, estaba ya un poco molesto de que todos se creyeran “negociadores expertos” y fueran a hablar con ellos para que no nos sacaran de la autopista. En uno de esos momentos le comentó a Tomás Hernández y a Rafael Bellos, dos estudiantes de la UCAB, que teníamos 30 minutos más para estar ahí, que después de eso nos sacarían. A los 30 minutos encendieron la ballena, se pusieron en filas para dispararnos perdigones, pero hubo muchas sorpresas.
Para sorpresa de ellos, por primera vez nosotros, los niñitos de la UCAB no habíamos corrido por el simple hecho de que la ballena se encendiera y se moviera un poco más cerca de nosotros. Para sorpresa de nosotros, ellos nunca nos atacaron. Hubo muchísimos momentos de tensión, pero no pasaron de ser más que eso, momentos de tensión.
Después de un tiempo, descubrimos que los oficialistas habían caminado hasta una de las entradas de la universidad, que tiene acceso a uno de los estacionamientos y comenzaron a lanzar panfletos, piedras y botellas. Reventaron algunos vidrios de algunos carros. Muchos estudiantes escucharon el rumor y entraron, cuales superhéroes, para tratar de hacer algo. Eso fue aproximadamente a las 4.50 p.m. Desde ese momento Manuel Hernández y yo, Laura Solórzano, sabíamos que tendríamos un día de muchísimas más tensiones y que hasta tendríamos que defender nuestra universidad.
Cuando daban las 6:00 p.m. la Guardia Nacional decidió que lo mejor era retirarse, ya la tensión entre los estudiantes y los oficialistas, que gráficamente mostraban la división del país, pues solo los separaba la autopista. Estos oficialistas comenzaron a lanzar piedras, los estudiantes les respondieron de la misma manera. Después de unos minutos, aquellos (los oficialistas), intentaban forzar la entrada de la pasarela de la universidad. Ya había PM de ese lado, pero no podían controlarlos.
A medida que la tensión crecía, ya teníamos un estudiante herido; nosotros los encargados de la logística y seguridad, comenzamos a subir a la gente a la universidad. Yo me encontraba con el estudiante que había sido herido. Tomás, Carlos Delgado, Rafael y yo, nos sentamos en la feria a comer algo y a buscar la solución y la mejor vía para desalojar a la autopista y evitar algún desastre en la universidad.
Por una media hora, nosotros cuatro estuvimos alienados en la feria de la universidad comiendo algo para aguantar lo que nos venía encima, no habíamos comido en 14 horas. En esa media hora que estuvimos sentados ahí, hablando de qué podríamos hacer, mientras ellos hablaban y observaba lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor. Muchas personas se veían alteradas porque algo más estaba ocurriendo fuera de la universidad, algunos se nos acercaron a decirnos que los oficialistas estaban buscando la manera de entrar a la universidad. En ese momento, Rafael, Tomás y Carlos se pararon de la mesa y me dijeron que me quedara ahí.
Me pareció excelente quedarme ahí sentada porque pude observar algo muy curioso. En la feria de la universidad, en el cafetín, incluso en la peluquería de la universidad, todo transcurría como si nada pasara. A los diez minutos recibí una llamada de Rafael que me decía tienes que buscar la manera de que no se cree un caos en la universidad; yo le contesté: “tranquilo”.
Me levanté de la mesa y comencé a caminar por la universidad y veía como algunos corrían con caras tapadas para defender a la universidad; otros sencillamente se sentaban en las mesas y seguían comiendo y hablando sobre banalidades; otro pequeño grupo en el cafetín entró corriendo y gritando que ya los oficialistas habían entrado a la universidad que debían correr todos hasta piso tres de los módulos para poder resguardarnos. En ese preciso momento salí de mi papel de estudiante de filosofía y entré nuevamente en mi rol de encargada de la logística y seguridad interna de la UCAB. Corrí hasta piso tres y comencé a clamar y a organizar a la gente.
Volví a bajar, me encontré a alguien que me comentaba que le parecía insólito que mientras nosotros defendíamos la universidad porque los oficialistas nos lanzaban piedras, nos lanzaban cohetones, había todo un salón de Administración presentando un examen parcial que tenía en 40% del peso de la nota final del semestre. Al mismo tiempo me encontraba con alguien que me comentaba que quería irse de la universidad porque tenía que ir al cine y no llegaría: “¡Qué fastidio estos estudiantes que se creen superhéroes!”. Esto fue lo que me dijo, mi reacción fue decirle: “sabes, algo está pasando en el país, piensa en eso”.
Estaba sorprendida de lo que ocurría, la vicerrectora de la universidad corría por el campus, de repente se detuvo y me dijo: “Laura, necesito que me ayudes a sacar a los estudiantes del piso tres, que se vayan ya.” Cuando volví a subir al piso tres, ya la decana de la Facultad de Humanidades y Educación estaba diciendo que era seguro salir, que aprovecháramos el momento para irnos. En ese momento, me fui.
Recuerdo haber llamado a Rafael y decirle que me iba, que escucharía las radios comunitarias para saber qué se decía por ahí, ese en realidad es mi trabajo como Sala Situacional. Estuve pensando muchísimo lo que había visto ahí, lo que estaba ocurriendo y como en ese momento la UCAB se convirtió en un reflejo de las injusticias, polarizaciones y demás que ocurren a diario en Venezuela. Era todo demasiado bizarro, pero lo más bizarro es que eso nos parezca normal.
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